Como un lugar pintoresco donde la naturaleza incentiva al viajero por el camino recorrido, se puede describir hoy a la primera villa fundada en Cuba, Baracoa (oriente), en el año 1511.
Allí Cristóbal Colón, descubridor de América, conoció en 1492 esta hermosa ínsula.
Todavía hoy se puede ver la cruz de madera que dejó en la antigua iglesia ‘Catedral Nuestra Señora de la Asunción’ como testigo de tales hechos, convirtiéndose este en uno de los mayores atractivos de la ciudad.
Otro de sus encantos, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2001, es el Parque Nacional Alejandro de Humboldt.
Dicho sitio resulta una de las mayores reservas ecológicas del país, pues contiene muchas de las especies endémicas de la isla y constituye uno de los ecosistemas más diversos que se pueden encontrar.
Baracoa, una tranquila ciudad colonial, se encuentra enclavada entre macizos montañosos de gran profusión, que convierten el lugar en un paraje exótico con ríos cristalinos y acogedoras playas.
Entre esos accidentes geográficos destacan: las playas Duaba, Maguana y Blanca, que es la única con arenas claras en esta ciudad.
Sobresalen también el río Miel, cuya cuenca ocupa casi el 20 por ciento del territorio baracoense; la llamada mágica montaña El Yunque, punto más alto de la geografía circundante con 560 metros; y las Tetas de Santa Teresa, que no son senos como su nombre indica, sino dos montañas gemelas que escoltan la villa.
Su vegetación exuberante de palmeras y helechos antediluvianos, su preciosa carretera de montaña que cabalga decenas de kilómetros de denso bosque tropical y lomas inexpugnables, invitan al viajero a recorrerla con los ojos bien abiertos, un buen modo de acercarse a los cimientos de este lugar especial.
Allí Cristóbal Colón, descubridor de América, conoció en 1492 esta hermosa ínsula.
Todavía hoy se puede ver la cruz de madera que dejó en la antigua iglesia ‘Catedral Nuestra Señora de la Asunción’ como testigo de tales hechos, convirtiéndose este en uno de los mayores atractivos de la ciudad.
Otro de sus encantos, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2001, es el Parque Nacional Alejandro de Humboldt.
Dicho sitio resulta una de las mayores reservas ecológicas del país, pues contiene muchas de las especies endémicas de la isla y constituye uno de los ecosistemas más diversos que se pueden encontrar.
Baracoa, una tranquila ciudad colonial, se encuentra enclavada entre macizos montañosos de gran profusión, que convierten el lugar en un paraje exótico con ríos cristalinos y acogedoras playas.
Entre esos accidentes geográficos destacan: las playas Duaba, Maguana y Blanca, que es la única con arenas claras en esta ciudad.
Sobresalen también el río Miel, cuya cuenca ocupa casi el 20 por ciento del territorio baracoense; la llamada mágica montaña El Yunque, punto más alto de la geografía circundante con 560 metros; y las Tetas de Santa Teresa, que no son senos como su nombre indica, sino dos montañas gemelas que escoltan la villa.
Su vegetación exuberante de palmeras y helechos antediluvianos, su preciosa carretera de montaña que cabalga decenas de kilómetros de denso bosque tropical y lomas inexpugnables, invitan al viajero a recorrerla con los ojos bien abiertos, un buen modo de acercarse a los cimientos de este lugar especial.
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