Con la reapertura del Hotel Capri de La Habana, el turismo cubano destapa historias y leyendas, vinculadas a procesos y personajes, atrapados en el tiempo, junto a otros alojamientos interesantes de la capital insular.
Tal es el caso del Capri, que reabrió sus puertas en diciembre de 2013, y tiene un atractivo particular para quienes conocieron la Cuba de otros tiempos, o simplemente prefieren disfrutar de un lugar céntrico, aunque ese también es el caso de otros hoteles como el Nacional, Sevilla, o Riviera.
Este cuarteto de instalaciones tiene por demás un vínculo antaño con la mafia, que se enseñoreó en La Habana en los años 40 y 50 del pasado siglo, hasta el punto de que en una de las películas de la saga El Padrino, se menciona al Hotel Nacional de Cuba y una reunión mafiosa ocurrida en 1946.
El Hotel Sevilla Biltmore, por su parte, en un costado del Paseo del Prado, fue conocido como Gran Hotel Sevilla, inaugurado el 22 de marzo de 1908 y el primer establecimiento de lujo en La Habana. Un lugar como este tiene en la galería de sus huéspedes a significativas celebridades del mundo del arte como fue el tenor Enrico Caruso, o la famosa diva Josephine Baker, mientras en los años 20 la compañía estadounidense Bowman Hotels compró el hotel y el edificio colindante.
El Sevilla tuvo su ampliación en 1924 y fue cuando adoptó el nombre de Hotel Sevilla Biltmore Havana City (hoy simplemente Hotel Sevilla).
La arquitectura y decoración tanto del Nacional (abierto el 30 de diciembre de 1930) como la del Sevilla, impresionan por sus relieves, paredes y columnas, la estirpe de su posicionamiento, balaustradas y estilo, aún conservados.
DE HISTORIAS INTERESANTES Y VARIOS HOTELES
Pero el Sevilla fue también comandancia de un capo mafioso encubierto, que reinaría en un mundo de vicio y negocios turbios como lo fue Amleto Battisti y Lora que se apoderó de su administración a partir de 1939.
Desde esta casa de descanso, Battisti expandió su interés sobre todo en materia de juego, carreras de caballos, casinos, prostitución organizada, compañías de bancos y nexos con la mafia internacional. Fue tal su engarce con esa época que incluso se inclinó hacia la política cubana del momento.
El hotel también quedó atrapado por la familia del calabrés Amadeo Barletta Barletta que enraizó la delincuencia en Cuba, de cuello blanco. Y por si fuera poco, representó los intereses de Benito Mussolini en América, hasta incluso figurar para los historiadores como doble agente de inteligencia.
De procedencia italiana y fuertes vínculos estadounidenses, es perseguido en 1942 por el FBI y logra escapar abandonando su escenario cubano, en particular el Hotel Sevilla, a donde regresa en 1946 para representar también a la General Motor, además de preferir la habitación 724 del Hotel Nacional.
En esa cuerda, el Hotel Capri aparece vinculado en 1955 mediante una ley del presidente Fulgencio Batista (Ley de Hotel 2070) que favorecía incentivos fiscales, prestamos del gobierno y licencias de casinos.
Y dicho proyecto fue presentado nada más y nada menos que por Meyer Lansky, otro mafioso de origen hebreo, que sin embargo realmente implantó su cuartel general en el Hotel Riviera.
El Capri, abierto en noviembre de 1957, resultó de los primeros de la zona moderna de La Habana, en la Calle 21, a solo dos cuadras del Hotel Nacional.
Su casino tuvo gran apogeo, y su piscina de la azotea se puede apreciar en filmes significativos como el de Carol Reed "Nuestro hombre en La Habana" o (después del triunfo revolucionario de 1959) "Soy Cuba" de Mikhail Kalatazov.
El Capri destilaba mafia por los cuatro costados, pues su propietario era Santo Trafficante Jr., de Tampa, Florida, y su casino operado por Nicolás Di Costanzo y Charles Turín (conocido como Carlos Tourine, y Charley The Blade).
La lista de nombres y apodos de quienes dirigían u operaban desde el Capri es interesante, como Sonny el carnicero (Santino Masselli, del Bronx).
Por su parte, quizás uno de los ejes mafiosos más importantes estaba en el Hotel Riviera, que iba de la mano del jugador Meyer Lansky, de origen judío, y cuyas historias son sumamente significativas.
Incluso, uno de los testigos de esa época fue el famoso chef cubano, ya fallecido, Gilberto Smith Duquesne, a quien Lansky propuso al triunfo de la Revolución Cubana que se marchara con él a Estados Unidos.
Duquesne se quedó y murió en Cuba, y resultó desde su juventud uno de los jefes de cocinas más importante, vinculado con las recetas de langosta, y quien trabajó tanto para cocinas mafiosas de alto vuelo, desarrollo del turismo cubano, incluso para el propio líder Fidel Castro, como para comedores de obreros, hospitales y otros establecimientos alimenticios.
El Hotel Riviera, en el malecón habanero, donde hoy sigue, tuvo salas de juego, más modestas que las del Nacional, por ejemplo, pero no menos jugosas.
Estos hoteles pertenecerían a una cadena más amplia que la mafia italo-estadounidense planeaba construir a partir de los años 50 del pasado siglo, que abarcarían el litoral habanero.
Incluso, se sumaban a tal idea el Hotel Deauville, y la propia Marina Hemingway en la parte oeste capitalina, con la serie de clubes privados que por toda esa zona existían, pero el proyecto se frustró con la Revolución Cubana.
Estos hechos y su vínculo con el turismo de esa época, los reseña de forma magistral el escritor cubano Enrique Cirules, quien tiene varios volúmenes sobre el tema, incluido La vida secreta de Meyer Lansky, de 2006.
El Capri agrandó su expectativa al cerrar en 2003 y recomenzar la reparación general en 2010, por el que muchos periodistas, historiadores y viajeros preguntaban constantemente.
Con su reaparición, también se renueva el interés de muchas personas en las anécdotas, historias y leyendas que atrapan a estas casas de descanso habaneras.
Tal es el caso del Capri, que reabrió sus puertas en diciembre de 2013, y tiene un atractivo particular para quienes conocieron la Cuba de otros tiempos, o simplemente prefieren disfrutar de un lugar céntrico, aunque ese también es el caso de otros hoteles como el Nacional, Sevilla, o Riviera.
Este cuarteto de instalaciones tiene por demás un vínculo antaño con la mafia, que se enseñoreó en La Habana en los años 40 y 50 del pasado siglo, hasta el punto de que en una de las películas de la saga El Padrino, se menciona al Hotel Nacional de Cuba y una reunión mafiosa ocurrida en 1946.
El Hotel Sevilla Biltmore, por su parte, en un costado del Paseo del Prado, fue conocido como Gran Hotel Sevilla, inaugurado el 22 de marzo de 1908 y el primer establecimiento de lujo en La Habana. Un lugar como este tiene en la galería de sus huéspedes a significativas celebridades del mundo del arte como fue el tenor Enrico Caruso, o la famosa diva Josephine Baker, mientras en los años 20 la compañía estadounidense Bowman Hotels compró el hotel y el edificio colindante.
El Sevilla tuvo su ampliación en 1924 y fue cuando adoptó el nombre de Hotel Sevilla Biltmore Havana City (hoy simplemente Hotel Sevilla).
La arquitectura y decoración tanto del Nacional (abierto el 30 de diciembre de 1930) como la del Sevilla, impresionan por sus relieves, paredes y columnas, la estirpe de su posicionamiento, balaustradas y estilo, aún conservados.
DE HISTORIAS INTERESANTES Y VARIOS HOTELES
Pero el Sevilla fue también comandancia de un capo mafioso encubierto, que reinaría en un mundo de vicio y negocios turbios como lo fue Amleto Battisti y Lora que se apoderó de su administración a partir de 1939.
Desde esta casa de descanso, Battisti expandió su interés sobre todo en materia de juego, carreras de caballos, casinos, prostitución organizada, compañías de bancos y nexos con la mafia internacional. Fue tal su engarce con esa época que incluso se inclinó hacia la política cubana del momento.
El hotel también quedó atrapado por la familia del calabrés Amadeo Barletta Barletta que enraizó la delincuencia en Cuba, de cuello blanco. Y por si fuera poco, representó los intereses de Benito Mussolini en América, hasta incluso figurar para los historiadores como doble agente de inteligencia.
De procedencia italiana y fuertes vínculos estadounidenses, es perseguido en 1942 por el FBI y logra escapar abandonando su escenario cubano, en particular el Hotel Sevilla, a donde regresa en 1946 para representar también a la General Motor, además de preferir la habitación 724 del Hotel Nacional.
En esa cuerda, el Hotel Capri aparece vinculado en 1955 mediante una ley del presidente Fulgencio Batista (Ley de Hotel 2070) que favorecía incentivos fiscales, prestamos del gobierno y licencias de casinos.
Y dicho proyecto fue presentado nada más y nada menos que por Meyer Lansky, otro mafioso de origen hebreo, que sin embargo realmente implantó su cuartel general en el Hotel Riviera.
El Capri, abierto en noviembre de 1957, resultó de los primeros de la zona moderna de La Habana, en la Calle 21, a solo dos cuadras del Hotel Nacional.
Su casino tuvo gran apogeo, y su piscina de la azotea se puede apreciar en filmes significativos como el de Carol Reed "Nuestro hombre en La Habana" o (después del triunfo revolucionario de 1959) "Soy Cuba" de Mikhail Kalatazov.
El Capri destilaba mafia por los cuatro costados, pues su propietario era Santo Trafficante Jr., de Tampa, Florida, y su casino operado por Nicolás Di Costanzo y Charles Turín (conocido como Carlos Tourine, y Charley The Blade).
La lista de nombres y apodos de quienes dirigían u operaban desde el Capri es interesante, como Sonny el carnicero (Santino Masselli, del Bronx).
Por su parte, quizás uno de los ejes mafiosos más importantes estaba en el Hotel Riviera, que iba de la mano del jugador Meyer Lansky, de origen judío, y cuyas historias son sumamente significativas.
Incluso, uno de los testigos de esa época fue el famoso chef cubano, ya fallecido, Gilberto Smith Duquesne, a quien Lansky propuso al triunfo de la Revolución Cubana que se marchara con él a Estados Unidos.
Duquesne se quedó y murió en Cuba, y resultó desde su juventud uno de los jefes de cocinas más importante, vinculado con las recetas de langosta, y quien trabajó tanto para cocinas mafiosas de alto vuelo, desarrollo del turismo cubano, incluso para el propio líder Fidel Castro, como para comedores de obreros, hospitales y otros establecimientos alimenticios.
El Hotel Riviera, en el malecón habanero, donde hoy sigue, tuvo salas de juego, más modestas que las del Nacional, por ejemplo, pero no menos jugosas.
Estos hoteles pertenecerían a una cadena más amplia que la mafia italo-estadounidense planeaba construir a partir de los años 50 del pasado siglo, que abarcarían el litoral habanero.
Incluso, se sumaban a tal idea el Hotel Deauville, y la propia Marina Hemingway en la parte oeste capitalina, con la serie de clubes privados que por toda esa zona existían, pero el proyecto se frustró con la Revolución Cubana.
Estos hechos y su vínculo con el turismo de esa época, los reseña de forma magistral el escritor cubano Enrique Cirules, quien tiene varios volúmenes sobre el tema, incluido La vida secreta de Meyer Lansky, de 2006.
El Capri agrandó su expectativa al cerrar en 2003 y recomenzar la reparación general en 2010, por el que muchos periodistas, historiadores y viajeros preguntaban constantemente.
Con su reaparición, también se renueva el interés de muchas personas en las anécdotas, historias y leyendas que atrapan a estas casas de descanso habaneras.
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