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Noticias sobre el turismo en Cuba

Hoteles temáticos de La Habana.


Fuente: www.revistapanorama.com
Hoteles temáticos de La Habana.
Como parte de la estrategia de revalorización del casco histórico, en La Habana se desarrolla un fascinante circuito de hoteles ambientados en la rica historia y cosmopolita de esta “ciudad luz” del Caribe.

Los Frailes


El encapuchado luce sereno, sentado en el austero banco, y parecen no molestarle la algarabía que llega de la calle ni la melodía del cuarteto de vientos que ameniza el lobby del hotel. De hecho, el personal del establecimiento viste sayas semejantes a la del encapuchado y el mobiliario del salón evoca el ambiente de un scriptorium medieval. Tales son los aires que te dan la bienvenida al Hotel Los Frailes, que ocupa el viejo palacio señorial del Marqués de Duquesne, aristócrata francés que se radicó en la isla tras la Revolución francesa. ¿Por qué “Los Frailes”? Pues se supone que religiosos de la cercana iglesia de San Francisco se ocultaron en esta casa durante alguna persecución religiosa en la Colonia.

Conde de Villanueva


Cerca de Los Frailes, subiendo por la Calle Mercaderes, encontramos el Hotel Conde de Villanueva. Nombrado en memoria de Claudio Martínez de Pinillos, noble prohombre del siglo XIX, a quien se le deben, entre otras obras, la construcción del acueducto de la ciudad, en 1831, y el primer ferrocarril de Cuba, hacia 1837.

Las macizas columnas del edificio, construido a mediados del siglo XVIII, rodean un patio desbordante de flora tropical, pero la atracción del conde de Villanueva está en que es una meca para el amante del auténtico habano. Desde la galería interior, una discreta escalera conduce a La Casa del Habano, donde se ofrecen las mejores marcas del tradicional cigarro cubano, así como parafernalia asociada a su uso y culto. Todas las habitaciones tienen nombres de famosas vegas de tabaco en la isla.

San Felipe

Frente a la placita de San Francisco y compartiendo espacio con la iglesia homónima, la Lonja de Comercio, las antiguas aduanas y otros fastuosos edificios, encontramos el hotel de San Felipe, nombrado así en recuerdo de los marqueses de San Felipe y Santiago de Bejucal.

A la puerta del San Felipe se sienta por toda la eternidad el compositor polaco Frédéric Chopin, serenándose a la vista de las palomas que picotean sobre el pavimento de la placita de San Francisco. La fachada barroca, de sobria piedra, contrasta con el elegante interior minimalista. Su patio interior es más bien alargado, en comparación con los típicos cuadrados de las casonas habaneras, y aunque desde fuera pareciera tener tres plantas, son seis los niveles de habitaciones que se abren a la fuente de leones y ninfas esculpidos en mármol blanco que preside su impluvio.

De algún modo, el hotel San Felipe simboliza el desafío de las élites económicas al poder colonial, pues su constructor, dueño de varios ingenios azucareros, pretendió en su fachada emular la altura y elegancia del Palacio del Capitán General, en la Plaza de Armas. Bien podría decirse que fue la melaza, y no el mortero, lo que cimentó los pesados bloques de este palacio. Hoy día, el San Felipe exhibe una importante colección de arte y artesanía cubanas, y su terraza se ha convertido en un concurrido mirador con vistas a la plaza de San Francisco, las antiguas aduanas de La Habana, el canal interior y el bucólico perfil de tejados y campanarios de La Habana colonial.

Santa Isabel

Este hotel retrata también, en múltiples detalles, esa singular mezcla de majestuosidad y lasitud tropical en la que vivieron las clases altas de La Habana colonial. Es uno de los pocos alojamientos temáticos de La Habana que no ha tenido que ser adaptado recientemente, pues sirve de hotel desde 1867. Construida a principios del siglo XVIII por los condes de Jaruco y adquirida casi un siglo después por el conde de Santovenia, el nombre de la casa honra los alucinantes fastos que tuvieron lugar en ella con motivo del ascenso al trono de Isabel II de España, en 1833.

Registra la historia que, en tal ocasión, la casa solariega de los Santovenia fue iluminada con tres mil velones multicolores y adornada su fachada con alegorías transparentes, alusivas a la dinastía Borbón. Hoy sus sombreados y frescos salones están amueblados con una mezcla de modernidad y tradición en la que sobresalen el mimbre y la caoba que, en el pasado, presidieron el ajuar principal de las mejores casas habaneras.

Vale la pena hacer un alto en nuestro recorrido por los hoteles temáticos de La Habana, para asumir el valor histórico del espacio en el que se encuentra el Hotel Santa Isabel. Justo al norte del hotel, un monumento llamado El Templete marca el sitio fundacional de la ciudad, con una ceiba similar y en el mismo sitio que aquella bajo cuya sombra se fundó San Cristóbal de La Habana, el 15 de noviembre de 1519.

Frente a su fachada se extiende la Plaza de Armas, donde también están los Palacios del Capitán General y del Segundo Cabo. Al norte se yergue el Castillo de la Real Fuerza, desde donde partió don Hernando de Soto hacia Florida en busca de su Eldorado particular. Desde aquí también su mujer, doña Isabel de Bobadilla, consumió todas las horas de todos los días del resto de su vida, aguardando inútilmente su regreso, pues De Soto había encontrado la muerte a orillas del Misisipi.

Raquel

Los hoteles temáticos de La Habana no se inspiran únicamente en la heroica, y a veces trágica, historia colonial de la ciudad. El Hotel Raquel, por ejemplo, honra, como su nombre lo indica, los aportes de la comunidad judía a la riqueza cultural y material de La Habana. Dicho grupo fue creciendo con migraciones provocadas, en principio, por la disolución del Imperio otomano, en 1918, y luego por la persecución nazi, antes y durante la Segunda Guerra Mundial, hasta alcanzar quince mil miembros, hacia la década de 1950. La comunidad persiste en la actualidad, aunque muy disminuida.

El Hotel Raquel ocupa un edificio de 1905 y toda su decoración evoca el recargado esplendor e intrincado diseño del estilo art nouveau. El impresionante tragaluz, que atraviesa el lobby casi de lado a lado, ilumina los espacios recubiertos de mármol rosa y pan de oro. En el centro de la sala, Raquel, la matriarca bíblica, vigila todo, con José en su regazo, y desde una esquina, la atormentada pero resuelta Judith muestra la cabeza trémula de Holofernes. El color común a casi todo el mobiliario es el mismo azul de la estrella de David en la bandera israelita, todos los espacios han sido bautizados con nombres del Antiguo Testamento.

Ambos Mundos


Como La Habana es una ciudad rica en contrastes, de lo sacro pasamos a lo profano que no por ello deja de ser igual de sublime: el Hotel Ambos Mundos, sitio de peregrinación para los admiradores del inmenso Ernest Hemingway. Hay que entrar al Ambos Mundos con el ánimo de un devoto peregrino, haciendo la fila para abordar su ascensor enrejado y esperando para ingresar a la habitación 511, donde el metódico literato se alojaba siempre que estaba en la ciudad. Aquí hay cintas rojas sobre la cama y la silla (supongo que una ciudad tan llena de historia y de protagonistas históricos debe estar llena de ellas). En una urna de cristal, la máquina de escribir cuyo teclado era atacado con furia y frenetismo por el escritor, entre tragos de whiskey y largas contemplaciones del mar, y en la que terminó Muerte en la tarde (1932) y comenzó Las verdes colinas de África (1935) y Tener y no tener (1937).

No está de más asentar todas las emociones que el Ambos Mundos y su insigne y fiel huésped provocan en quien esto escribe, mientras bajamos un par de mojitos en la terraza del hotel y nos preparamos para la última parada de nuestra gira.

Telégrafo


Junto con el Santa Isabel, el Telégrafo es uno de los precursores de la tradición hospitalaria de la ciudad. Fundado en 1858, se dice que sus empleados bajaban al puerto de La Habana a recibir a los huéspedes y a ocuparse de sus papeleos migratorios y aduanales.

Ubicado entre el Paseo del Prado, el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, anexo también a La Acera del Louvre, y frente al Parque Central y al Gran Hotel Manzana Kempinski, el Telégrafo es ideal para el turista que quiere estar en todas y no perderse nada de la animada vida cultura de La Habana. Su lobby incorpora las arcadas del edificio original (desplomado en 1964), el cual precedió a la estructura actual que, junto a un impresionante mural cerámico, culminan por dar al huésped una sensación de estar en un sitio surreal.

El número de hoteles temáticos de la capital cubana supera con creces la muestra recorrida aquí. Si desea saber más sobre estos y otros singulares sitios para alojarse en La Habana, nuestro directorio.

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